Melancólico total pero brillante entre silencios y soledades que incluso, por espacios largos, lo inhabilitaron para escribir. Lo que sí hizo, con facilidad total, en tiempos anteriores y espacios de vivencias contundentes que si existieron copiosamente y que fueron intensos, de mucha creatividad. Evidentemente, sirvieron para los versos que creó de los más sentimentales y profundos. Incluso con atisbos constantes de afilada ironía social y gran sentido del humor. Salidas directamente de esa inteligencia chispeante que poseía, como oro en polvo. Así triunfó intelectualmente no en riqueza material de dinero, si convertido, definitivamente, en uno de los grandes y fundamentales poetas del Perú del siglo XX, muchas veces con una ternura inigualable. Aunque cierto y como paradoja entera, nunca conoció la felicidad.